En los últimos años, se ha vuelto muy popular la ortodoncia invisible; sin embargo, en algunos casos no es la ortodoncia más adecuada. En este artículo te hablamos de los diferentes tipos de ortodoncia y cuál es el más adecuado para cada situación.
En una entrevista realizada a la odontóloga Irene Esteve, realizada por el periódico La Vanguardia, la facultativa reconoce haberse topado con los dientes desalineados y una pérdida de hueso considerable debido a una aplicación incorrecta de la ortodoncia invisible.
“La ortodoncia invisible intenta que los dientes estén rectos, pero no tiene en cuenta la oclusión, la inclinación de los dientes y otros factores que son importantes” – comenta la odontóloga. Muchos especialistas coinciden en señalar que esta novedosa técnica, que ha cautivado a gran parte de la población, no es adecuada para tratar los casos más severos, como maloclusiones, apiñamiento de dientes extremo, rotaciones complejas o enfermedades periodontales activas.
De hecho, aunque la ortodoncia invisible ha dado el campanazo, no ha sustituido al resto de tipos de ortodoncia que existen. Cada modalidad de ortodoncia está indicada para abordar una malformación determinada.
Los ortodoncistas de Clínica Dental Cubero, una clínica dental que lleva más de 20 años trabajando en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, indica que antes de iniciar un tratamiento de ortodoncia, el especialista efectúa un reconocimiento de la dentadura del paciente. Escucha cuál es el objetivo estético del paciente y cuanto se quiere gastar, pero recomienda tener en cuenta la opinión del experto para conseguir unos resultados adecuados y duraderos.
Hablando con ellos, estos son los tipos de ortodoncia que existen:
Ortodoncia de brackets.
Cuando pensamos en la ortodoncia, la primera imagen que se nos viene a la cabeza suele ser la de los brackets metálicos. Este es el método más tradicional y también el más extendido en todo el mundo. Se trata de una ortodoncia fija que utiliza pequeños adaptadores adheridos a la superficie del diente, unidos entre sí por un arco metálico. La función de este conjunto de piezas es ejercer presión controlada sobre los dientes para moverlos de forma gradual hasta la posición adecuada.
El procedimiento es comparable a lo que ocurre cuando se inmoviliza un hueso roto con una escayola. La presión y la fijación permiten que la estructura ósea se adapte y sane de la manera correcta. En el caso de la ortodoncia, los brackets obligan a los huesos alveolares a remodelarse hasta lograr una alineación equilibrada y funcional.
Dentro de esta categoría existen varios subtipos. Los brackets metálicos convencionales son los más visibles, pero también los más resistentes y efectivos para tratar todo tipo de problemas, desde apiñamientos severos hasta mordidas cruzadas. Aunque no son los más estéticos, siguen siendo la opción más fiable en muchos casos.
Los brackets de porcelana, en cambio, ofrecen una alternativa más discreta. Están fabricados en un material cerámico cuyo color se asemeja al de los dientes, por lo que pasan más inadvertidos. Sin embargo, esta estética tiene un coste: son más frágiles y susceptibles de romperse.
Un punto intermedio lo encontramos en los brackets de zafiro. Elaborados con este mineral transparente, combinan estética y resistencia. Su principal ventaja es que apenas se notan si el paciente tiene una dentadura clara, aunque generan más fricción, por lo que los ajustes pueden resultar más prolongados.
Además, algunos brackets incorporan un sistema de autoligado. Por el que en lugar de usar ligaduras elásticas o metálicas, cuentan con un pequeño mecanismo interno que sujeta el arco, lo que reduce la presión, acorta el tiempo en la consulta y mejora la comodidad del paciente.
Ortodoncia lingual.
La ortodoncia lingual es una variante de los brackets convencionales, pero con una diferencia: en lugar de colocarse en la cara externa de los dientes, se adhieren en la parte interna, junto a la lengua. El sistema sigue siendo el mismo: unos brackets y un arco metálico que guía los dientes a su posición ideal.
Su principal atractivo es que resulta invisible a simple vista, lo que la convierte en una de las opciones más demandadas por adultos que desean corregir su sonrisa sin alterar su aspecto estético durante el tratamiento. Además, al situarse por dentro de la dentadura, permite mantener una estética impecable en la parte delantera. Lo que favorece una higiene dental más sencilla.
No obstante, no todo son ventajas. Al estar en contacto constante con la lengua, puede provocar llagas, incomodidad inicial e incluso dificultades para pronunciar ciertos sonidos. También requiere un periodo de adaptación, durante el cual el paciente debe acostumbrarse a la presencia de los brackets en un área sensible.
En cuanto a su eficacia, la ortodoncia lingual es capaz de tratar prácticamente cualquier maloclusión: desde apiñamientos hasta mordidas abiertas o cruzadas. Sin embargo, es un tratamiento más complejo de ajustar que los brackets externos, lo que puede traducirse en revisiones más largas y un coste más elevado.
Ortodoncia invisible.
La llamada ortodoncia invisible, también conocida como ortodoncia Invisalign, ha supuesto una auténtica revolución en los últimos años. A diferencia de los sistemas fijos, utiliza férulas transparentes y extraíbles que corrigen de manera progresiva la posición dental. Estas férulas se fabrican a medida de cada paciente, gracias a una reproducción digital en 3D de su dentadura, y se van renovando aproximadamente cada tres semanas, con pequeñas variaciones que guían los dientes hacia la alineación deseada.
Una de sus principales ventajas es la estética: las férulas son prácticamente imperceptibles, lo que ha animado a muchas personas que no se veían llevando brackets a iniciar un tratamiento de ortodoncia. Además, pueden retirarse para comer, beber o cepillarse los dientes, lo que aporta comodidad y facilita la higiene bucal diaria.
Sin embargo, el éxito de este sistema depende en gran medida de la disciplina del paciente. Es imprescindible llevar las férulas al menos 22 horas al día, retirándolas únicamente en las ocasiones mencionadas. Asimismo, el corrector debe limpiarse con regularidad para evitar la acumulación de placa bacteriana y posibles caries.
Otro aspecto importante es que no todos los problemas dentales pueden resolverse con esta técnica. En casos de maloclusiones graves o rotaciones dentarias complejas, la ortodoncia invisible no es suficiente para resolverlas y será necesario recurrir a métodos fijos. Tampoco suele recomendarse en niños o adolescentes, ya que requiere un alto grado de responsabilidad en su uso.
Ortodoncia interceptiva.
La ortodoncia interceptiva está pensada para los más pequeños. Según explica la doctora Marta Ramos en Top Doctors, este tipo de tratamiento busca guiar el desarrollo del maxilar y la mandíbula durante la infancia, de manera que se eviten problemas más graves en la edad adulta.
Se suele aplicar entre los 7 y los 11 años, cuando los huesos todavía están en crecimiento. El objetivo es anticiparse a maloclusiones o mordidas incorrectas, facilitando que la dentadura definitiva se forme de manera adecuada. Generalmente, es el odontopediatra quien detecta la necesidad de este tipo de intervención y deriva al niño al ortodoncista.
Entre los aparatos más utilizados se encuentra la máscara de tracción extraoral. Este dispositivo, que puede parecer aparatoso, se engancha a las muelas mediante varillas y ejerce una presión hacia delante gracias a dos apoyos situados en la frente y la barbilla. Con ello, se consigue estimular el crecimiento del maxilar superior y corregir mordidas deficientes. Aunque a la vista resulta llamativa, el procedimiento es indoloro y suele durar alrededor de un año.
Otro recurso habitual es el expansor palatino, que se coloca en la parte interna de la boca para ensanchar el paladar cuando la arcada superior es demasiado estrecha. Su uso suele prolongarse durante unos meses y, una vez concluido, es frecuente que se recurra a brackets para consolidar el resultado.
En algunos casos, incluso se pueden aplicar ortodoncias fijas o linguales en niños si se prevé que con ello se ayude a prevenir futuras complicaciones. Lo importante es que, al actuar en una fase temprana, se evitan tratamientos más largos e invasivos en el futuro.
La ortodoncia es un campo cada vez más amplio y especializado, capaz de adaptarse a las necesidades y circunstancias de cada paciente. Desde los clásicos brackets metálicos hasta las férulas transparentes, pasando por opciones intermedias como la ortodoncia lingual, hoy en día existen múltiples alternativas para mejorar tanto la estética como la funcionalidad de la dentadura.
Además, los tratamientos en niños con ortodoncia interceptiva permiten prevenir problemas antes de que se desarrollen por completo, lo que se traduce en soluciones más sencillas y efectivas a largo plazo.
Uno de los problemas que encontramos los usuarios al someternos a un tratamiento de ortodoncia es la falta de información. A penas conocemos un par de tratamientos como la ortodoncia tradicional de brackets y la novedosa ortodoncia invisible. Pero tenemos una amplia variedad de opciones entre las que elegir.
Más allá de la técnica elegida, lo esencial es acudir a un especialista que valore cada caso de manera individual y nos recomiende el método más adecuado. La ortodoncia no solo transforma la sonrisa, también mejora la salud bucodental y, con ello, la calidad de vida de las personas.




