¿por qué se produce el envejecimiento?

Hacerse mayor y que los años causen estragos en nuestro organismo es algo que a la mayoría de los humanos, cuesta aceptar. Sentir como el cuerpo se deteriora, comprobar como nuestro aspecto va cambiando con el paso de los años o percatarnos de que ya no podemos hacer ciertas cosas, debido a la edad, son aspectos contra los que existe una constante lucha. El ser humano, siempre se encuentra en una búsqueda de soluciones que ayuden a retrasar ese envejecimiento. En ese campo, empresas como MedyGlobal, especialistas en medicina estética, investigan continuamente para desarrollar y comercializar productos enfocados en retrasar esa situación inevitable.

Todos hemos escuchado en más de una ocasión, a nuestros mayores alegar que con nuestra edad, eran capaces de hacer lo mismo que nosotros mismos, e incluso más, pero que el paso de los años, no les permite mantener los niveles de energía en los mismos niveles. Es ley de vida, nacemos, crecemos, maduramos y, a partir de ahí, envejecemos. El paso del tiempo, la edad, trae muchas cosas buenas en tanto que acarrea otras, no tan buenas.

A pesar de ese inexorable declive del propio cuerpo, la ciencia avanza de tal manera que el conocimiento sobre lo que acontece en nuestro organismo y esos millones de células que lo forman, nos otorga un nivel de compresión que hace posible que, tomando conciencia de los cambios, podamos luchar en cierta medida, contra ese envejecimiento.

El objetivo de ese aprendizaje no es otro que alcanzar esa meta tan perseguida: la de vivir más y mejor, sorteando los obstáculos que el paso del tiempo, pone en contra de nuestro organismo.

Solemos decir que la edad no es más que un dato, un número que en realidad no implica como nos sintamos. Podemos tener veinte años y sentirnos como si tuviéramos cincuenta o cincuenta y sentirnos como si tuviéramos veinte. En cierto modo, es cierto, la edad, no tiene mayor importancia. Al menos, en ese sentido.

Sin embargo, nos guste o no, la ciencia considera que la edad es más relevante que eso y la edad óptima para el organismo, se alcanza a los treinta años. Ese es el momento crucial en el que las funciones biológicas, alcanzan su máximo punto álgido antes de iniciar el temido declive.

De treinta en treinta

Así lo determina la ciencia y no vamos a discutirlo. Sobre todo, porque los que ya pasamos de las tres décadas, podemos certificar que es cierto que se nota un cambio a nivel físico. En ese momento, se producen esos primeros cambios a nivel organismo que se relacionan directamente con el envejecimiento: pérdida de densidad ósea, cartílago, masa muscular y fuerza, junto a un aumento de acumulación de grasa, son signos claros de que nuestro cuerpo ha dado un paso más. En este caso, hacia abajo.

Ya pasados los treinta, los cuarenta y los cincuenta, llegamos a los sesenta. Otro momento clave en el deterioro físico de las personas. Al sobrepasar los sesenta, de forma generalizada pues al final, cada persona es un mundo y no todos envejecemos igual, se inician una serie de cambios más globales. En este momento, se ven afectadas hormonas, presión arterial, sustancias de la sangre como el colesterol… De ahí que, los valores que se muestran en las analíticas sean mas tenidos en cuenta a partir de cierta edad. A nivel clínico, hay que mantener a raya síntomas como la hipertensión, la formación de placas en las arterias o resistencia a la insulina.

Existen condiciones médicas y patologías que van directamente ligadas a la edad, por lo que sal, azúcar y colesterol, se consideran factores que predisponen a padecer cierto tipo de patologías.

Todas las condiciones relevantes que se dan desde los sesenta, se acumulan a lo largo de los años posteriores, uniéndose a la fragilidad propia del organismo.

Estas etapas son las comunes al paso del tiempo y por las que todo ser humano, ha de pasar, si o si. Sin embargo, se trata de algo generalizado, puesto que hay que tener en cuenta algo muy importante, el deterioro de órganos, tejidos y células, es variable en cada persona. No todos envejecemos igual. Existen factores que predisponen, hereditarios que intervienen en la manera de envejecer de cada uno o una, para bien o para mal. Aun así, no todo viene predeterminado en los genes. Existen otra serie de factores como el estilo de vida o la dieta que influyen de manera importante en el envejecimiento.

De no ser así, los cambios en los hábitos de vida y los tratamientos para retrasar el envejecimiento, no darían resultado. Esta más que probado que llevar una vida saludable, evitar el sedentarismo y hacer ejercicio de forma regular, junto con una alimentación sana y variada, contribuyen en gran medida a mantener la juventud del organismo. Aunque igualmente, los efectos no son iguales para todo el mundo.

A nivel molecular… ¿qué sucede?

Podemos observar el deterioro físico del cuerpo. Experimentar en nuestra propia piel esa evolución que conlleva a un deterioro. Pero lo cierto es que todo eso que vemos cuando nos miramos al espejo o sentimos al movernos y notar molestias, es el resultado de algo que sucede a nivel molecular.

A lo largo de los últimos años, la investigación científica ha identificado una serie de marcadores distintivos del envejecimiento que llevan a la conclusión de que los cambios en las funciones biológicas que observamos con el paso de los años, son el resultado de la acumulación de daños en el ADN y la pérdida del equilibrio de las proteínas. Dichas alteraciones a nivel molecular, son las responsables de dar instrucciones a las células que al ejecutarlas, afectan a la respuesta de las mismas. En pocas palabras, son las responsables de que los tejidos que forman las células, órganos y sistemas del organismo, dejen de funcionar correctamente.

Algunas características moleculares que influyen en el envejecimiento son la inestabilidad del genoma, las alteraciones epigenéticas, la pérdida del equilibrio de las proteínas, una detección irregular de nutrientes o fallos en la función mitocondrial, entre otras.

Profundizando en todas estas características, las citadas y las que no, es posible advertir donde se producen los fallos y corregirlos en la medida de lo posible. De esta manera, retrasar el envejecimiento, resulta factible, aunque de forma inevitable, al final, el cuerpo debe rendirse y descansar.

A razón de todo esto, hay que señalar que la finalidad de las aproximaciones terapéuticas y médicas denominadas como antiedad, no es la de alargar la vida, sino la de prolongar la salud. Que los años de vida en buenas condiciones de salud, se extiendan.

A día de hoy, se desconoce cuál es la edad máxima que puede alcanzar una persona, aunque el récord registrado se encuentra en los ciento veinte dos. Los investigadores, hacen una estimación que va más allá y determina la posibilidad de vivir un par de décadas más, incluso algunos, aseguran que no hay límite y la cuestión seria en cuanto se podría alargar esa calidad de vida.

En este sentido, uno de los criterios utilizados para definir las características moleculares del envejecimiento, es que la reducción de las mismas, conduzca a un beneficio plausible sobre el envejecimiento. Por lo tanto, conocer lo que sucede en nuestras células puede ayudar a definir que líneas de intervención pueden contribuir a prolongar esa longevidad y aumentar los años de vida en condiciones saludables.

Cada una de las características, cuenta con una serie de potenciales estrategias que podrían retrasar o, incluso frenar, el envejecimiento. Estas estrategias han sido y son investigadas en la actualidad. Incluyendo cambios en el estilo de vida y la dieta, así como tratamientos clínicos especializados.

Como ejemplo, es conocido el hecho de que una restricción dietética aumenta la esperanza de vida y la salud de las especies que han sido investigadas hasta la fecha. Inclusive la especie humana muestra que una restricción de la dieta, aumenta algunos de los biomarcadores que determinan el envejecimiento saludable. Resulta evidente que esta estrategia en particular, no podría ser utilizada a gran escala, pero si es factible, una adaptación en función de las necesidades personales.

Se cree que, en un futuro cercano, será posible disponer de análisis de sangre que nos digan en que medida estamos envejeciendo y como podemos adaptar nuestra dieta para mejora esos aspectos.

Dentro del ámbito de la farmacología, se evalúan soluciones de diversa índole que sean capaces de minimizar alguno de esos cambios moleculares que repercuten directamente en el envejecimiento del organismo.

Otros estudios, sostienen que la pieza clave del envejecimiento, reside en el genoma humano. El análisis del mismo, proporciona cada vez mayor información sobre el estado de salud de las personas, del mismo modo que la efectividad o la respuestas ante algunos fármacos se ve condicionada por el propio ADN. Siendo la información hereditaria el punto de referencia para conocer las estrategias más efectivas frente al envejecimiento.

En resumidas cuentas, envejecemos porque acumulamos años, el tiempo conlleva desgaste y deterioro que, a su vez, hace que funcionemos peor. Somos máquinas compuestas de una serie de elementos, vivos y orgánicos, por supuesto, pero igualmente, proclives al deterioro, aunque como ocurre con cualquier máquina, un buen mantenimiento, proporciona una mayor vida útil.

 

 

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