Una de las cosas que más ponen histéricos a los padres es la batalla diaria a la que se someten diariamente con sus hijos para que se sienten a hacer los deberes o a estudiar. Y es que no podemos negar por más tiempo que, en un mundo con tantas faltas de oportunidades de trabajo y de explotación laboral, las personas (incluso los más pequeños), se hacen las mismas preguntas diariamente, una y otra vez: “¿Para qué voy a estudiar si no voy a conseguir trabajo?”.
Nuestro deber como padres es repetirles que tienen que labrarse un futuro, que, gracias a lo que están haciendo ahora, van a tener la vida mucho más fácil… aunque, en el fondo, veamos el avance peligroso del mundo laboral.
Pero, ¿hasta qué punto la situación laboral tiene la responsabilidad de este abandono de la vida escolar?
La realidad habla por sí sola: no quieren estudiar, es un hecho
Niños hay a montones, con diferentes cualidades y con diferentes características. Y todos ellos (o la gran mayoría de ellos) coinciden en lo mismo: no quieren ir al colegio, no quieren estudiar y no quieren hacer los deberes. En consecuencia, vamos a entronarnos con niños que, para evitar sentarse a la silla, recurra a todo tipo de tácticas y métodos que, siendo sinceros, sacan de sus casillas a sus padres:
-Levantarse cada dos por tres de la silla y comenzar a correr por toda la casa.
-Clavar la mirada en todas partes menos en los deberes que tienen que hacer.
-Pensar en las musarañas todo el día.
-Intentar hablar de cualquier cosa cuando están en tiempo de estudio.
-Olvidarse accidentalmente los libros y los cuadernos en el colegio (o decir que Fulanito se los ha quitado en el recreo).
-Decir que el profesor no ha mandado nada ese día.
Son tantos y tan numerosos los métodos que usan los niños para no estudiar que, cada día, surge uno nuevo. Por tanto, los padres han de estar encima de ellos todo el día para conseguir que, como mínimo, se centren diez minutos en hacer una suma que, con condiciones normales (concentrado) les llevaría, tan solo, un par de minutos. ¡Incluso mucho menos que eso!
Por fortuna para nosotros, esta realidad está cambiando con una rapidez enorme… y cada vez tenemos menos abandono y absentismo escolar y mejores notas.
Posibles consecuencias del mejor rendimiento escolar
¿A qué es debido este mejor rendimiento escolar en todas las etapas de la educación? Podría ser por el esfuerzo de sus padres en insistirles en que es su responsabilidad, por supuesto. Hacen un estupendo esfuerzo por inculcarles este hábito tan difícil.
Sin embargo, existen otros factores que podrían ser de ayuda:
–El auge de las academias de las clases particulares. Estos servicios son un estupendo aliado para reforzar las notas de nuestros hijos y, en consecuencia, enseñarles el valor del estudio mediante esfuerzo – recompensa. No hay cosa que más desmotive a un niño o adolescente que estudiar y, aun así, suspender un examen. En el caso contrario, cuando un adolescente se esfuerza, estudia, acude a clase y hace los deberes y se encuentra con que, el día del examen, sacan un 5 o un 6… se motivan y, en consecuencia, en el siguiente examen, tratarán de llegar al 7.
Las clases particulares están ahí para explicarles la lección que ellos no han sido capaces de entender en el colegio, para prepararles exámenes y para enseñarles a esquematizar y a estudiar. Y que cada vez haya más niños que acudan a ellas puede ser un factor clave para disminuir el absentismo y el abandono escolar.
–Implantación de nuevas metodologías en institutos y colegios para niños con necesidades especiales. El Gobierno es consciente de ello: los niños con necesidades especiales requieren de una atención, unos métodos y unos exámenes específicos y adaptados para ellos. Por lo tanto, cada vez son más los centros educativos que implantan estas medidas para ayudar a que niños con necesidades especiales estén más integrados y tengan mayores facilidades a la hora de aprender y estudiar.
Los especialistas en Formación pedagógica terapeuta, Preparador PT Online, hacen hincapié en la importancia de que los nuevos profesores que se integren a la plantilla de un profesorado esté preparado y adaptado tanto a los niños comunes como a los niños con necesidades especiales para que, de este modo, sepan cómo han de actuar con cada uno de ellos sin mayor problema.
Pero… ¿qué son niños con necesidades especiales?
Hoy en día, los padres no asimilan que un niño que no pueda estar sentado más de cinco minutos pueda ser un posible TDAH, o que ese niño tímido y con dificultades de socialización pueda ser un posible autista. Como padres, tenemos tendencia a pensar que ese despiste, ese culo inquieto o esa timidez son cosas de un niño rebelde, de un niño tímido, más que de una posible necesidad especial.
Según la Junta de Andalucía, “entendemos por alumnado con necesidades educativas especiales a aquel que requiere determinados apoyos y atenciones educativas específicas debido a diferentes grados y tipos de capacidades personales de orden físico, psíquico, cognitivo o sensorial o trastornos graves de conducta”.
Aquí, como padres, estallamos en histeria y preocupación: “¡¿Qué son trastornos graves de conducta?! ¡Qué feo suena!”. Tranquilo, voy a explicarte cuales son los más comunes para que los tengas en cuenta.
-El más común es el conocido como Trastorno De Atención e Hiperactividad (TDAH). Afecta a millones de niños y, a menudo, sigue en la edad adulta, pero más suavizado. Es, literalmente, dificultad para mantener la atención, hiperactividad y comportamientos impulsivos. Es lo que tú llamarías un culo inquieto o un despistado… y es más común de lo que te crees. Existen varios tipos:
- Falta de atención predominante. La mayoría de los síntomas corresponden a la falta de atención: es olvidadizo (en el centro educativo y con tareas del hogar), se distrae con enorme facilidad, es incapaz de concentrarse más de diez minutos en cierto tipo de actividades (incluso en juegos), tienen problemas de organización (en su vida diaria y en el colegio), suelen evitar aquellas actividades que le requieran un gran esfuerzo mental…
- Conducta hiperactiva/impulsiva predominante. La mayoría de los síntomas son la hiperactividad e impulsividad: le cuesta esperar su turno, siempre tiene que estar haciendo algo o moviéndose, habla muchísimo, tiene tics nerviosos (mover las piernas, por ejemplo), no espera su turno para hablar, responde antes de que se termine la pregunta, no puede permanecer mucho tiempo sentado en clase…
- Combinado. Esta es una mezcla de síntomas de falta de atención y síntomas de hiperactividad/impulsividad.
-Otro bastante común es el conocido Síndrome de Down. Este es más visual, vas a saber de inmediato, incluso antes de nacer, si tu niño lo padece o no. Como tal, va a necesitar, o bien un centro especializado para él (como AFANAS) o bien un profesor que sea capaz de adaptar sus deberes y sus exámenes a un niño con esas necesidades. En lo general, los padres suelen llevar a estos niños a centros de educación especial, adaptados exclusivamente a niños con necesidades especiales.
-Cada vez más común es el síndrome de asperger. Es un espectro del autismo (es decir, un autismo espejo de menos grado), que puede ser confundido con bastante facilidad con el TDAH. Por lo tanto, lo más aconsejable es, una vez compruebes ciertos comportamientos, llevarlo a un psicopedagogo que evalúe su caso y te ofrezca una respuesta mucho más concreta.
El síndrome de asperger va a ser una persona con unos comportamientos muy específicos: dificultades en las relaciones sociales, problemas de aprendizaje lecto – escrito y matemático, se pueden obsesionar con temas complejos (son obsesivos con temas que les interesan y se hacen expertos en ese tema en concreto), movimientos y gestos extraños y falta de sentido común.
-También deberíamos de hablar del disléxico. Según un diccionario médico, “la dislexia es un trastorno del aprendizaje que consiste en la dificultad en la lectura debido a inconvenientes para identificar los sonidos del habla y aprender a relacionarlos con las letras y las palabras (decodificación). La dislexia, también llamada «discapacidad para la lectura», es una consecuencia de diferencias individuales en las áreas del cerebro que procesan el lenguaje”. Es, por ejemplo, escribir “Satan” en lugar de “Santa”.
-Otro de los más comunes, aunque no lo hayas pensado, son los niños con una discapacidad visual, que, según definen en otro diccionario médico, “se considera que un alumno o alumna presenta Necesidades Educativas Especiales por «Discapacidad Visual» (DV) cuando manifiesta ceguera total o problemas visuales graves en ambos ojos con la mejor corrección óptica, caracterizados por una agudeza visual igual o inferior a 0.3 en la escala Wecker o un campo visual igual o inferior a 10 grados, en el ojo con mejor visión y con su mejor corrección. La presencia de esta discapacidad conlleva implicaciones importantes en su aprendizaje escolar”. O sea, son aquellos niños que no pueden ver en condiciones.
En consecuencia, estos niños también suelen acudir a centros de educación especial específicos para ellos, como los dirigidos por la ONCE.
-Y, si entras en la web de la Junta de Andalucía, podrás leer una lista con los trastornos más comunes que afectan a la educación de nuestros hijos.
¿Qué sacamos de todo esto?
Que niños con necesidades educativas especiales hay a montones. Y que está en nuestras manos ayudarles en todo lo posible:
- Llevándolo a un profesional que catalogue si es despiste o un trastorno.
- Consiguiendo una plaza en un colegio que esté preparado para sus necesidades.
- Posiblemente, consiguiéndole algo de apoyo extraescolar.
- Comprendiéndole, dándole mucho cariño, y estando a su lado.
Y, ante todo, ¡paciencia!