¿Cómo afecta el agua en el deporte?

agua

Tengo 30 años, llevo entrenando desde los 18 y, si algo he aprendido en todo este tiempo, es que no hay suplemento, rutina o técnica de respiración que sustituya al agua. Suena básico, pero no sabes cuántas veces he visto a gente obsesionada con los batidos de proteínas o con la última moda en nutrición, mientras pasan por alto lo más esencial: hidratarse bien.

Y cuando digo bien, no me refiero solo a beber agua, sino a beber el tipo de agua adecuada para tu cuerpo. Esto no lo supe desde el principio. Lo entendí tarde, después de pasar por algo que no se lo deseo a nadie: una piedra en el riñón.

 

La piedra que me obligó a cambiar de hábitos

Todo empezó a los 24. Entrenaba seis días por semana, hacía fuerza, cardio, comía lo que consideraba sano y bebía agua del grifo sin pensarlo demasiado. Un día, empecé con un dolor raro en la espalda baja. Pensé que era una contractura. No lo era: era una piedra que me dejó en urgencias, retorcido de dolor. Me tuvieron que poner medicación por vía y, desde ese momento, el urólogo me dejó las cosas claras: si no quería repetir el episodio, tenía que empezar a cuidar cómo y qué agua bebía.

Fue entonces cuando descubrí el concepto de agua de mineralización débil. Suena técnico, pero es bastante sencillo: es un agua que tiene muy pocos minerales disueltos, especialmente sodio y calcio, lo cual reduce el riesgo de que se formen nuevos cálculos renales.

Desde aquel susto, solo bebo ese tipo de agua. Hablé con Agua La Marea y con muchas empresas que distribuían agua de mineralización muy débil de primera calidad, para tener una reserva grande en mi casa, porque la uso mucho, y desde entonces no me ha vuelto a faltar.

 

El agua y el rendimiento deportivo

Cuando hablo con otros deportistas, muchas veces me doy cuenta de que no le dan importancia al tipo de agua que beben. Se centran en si tiene electrolitos o si es alcalina, pero se olvidan del día a día. Y la verdad es que la hidratación influye directamente en el rendimiento, al final lo he acabado comprendiendo. Si estás deshidratado, aunque sea un poco, ya pierdes capacidad de concentración, tu cuerpo se fatiga más rápido y los músculos se recuperan peor.

A lo largo de los años, he hecho pruebas. He entrenado en días calurosos bebiendo solo medio litro de agua en toda la jornada, y he entrenado bebiendo dos litros o más bien distribuidos. La diferencia no es sutil. Se nota en la fuerza, en la resistencia y hasta en el humor.

También noté que, cuando empecé a beber agua de mineralización débil, no solo me sentía más ligero (nada de sensación de hinchazón), sino que mis digestiones mejoraron, mis riñones dejaron de protestar y, en general, mi cuerpo empezó a funcionar de forma más fluida.

 

La relación entre el agua y los riñones

No es casualidad que el agua afecte tanto a nuestro rendimiento: los riñones regulan muchos procesos vitales, limpia y purifica nuestro cuerpo. Y si les das un agua cargada de minerales que tu cuerpo no necesita, al final acabas pasándole la factura.

El sodio, por ejemplo, está en muchas aguas embotelladas y no siempre nos damos cuenta. Pero un exceso de sodio no solo te hace retener líquidos, sino que puede aumentar la presión arterial y generar desequilibrios a nivel celular.

En mi caso, el médico fue muy claro: la piedra que expulsé probablemente se formó por una combinación de factores, pero uno de ellos era el consumo continuo de agua rica en minerales, sumado a una sudoración intensa por el ejercicio y una mala reposición de líquidos.

Desde entonces, reviso siempre la etiqueta del agua.

 

Lo que muchos no consideran

Hay otro aspecto que a menudo se pasa por alto: el agua también forma parte de la dieta. No solo porque influye en el peso y la digestión, sino porque interviene en el transporte de nutrientes. Si haces una dieta rica en proteínas, como muchos deportistas, necesitas más agua de lo normal para que los riñones puedan eliminar los residuos que genera el metabolismo de esas proteínas.

Además, el magnesio y el calcio presentes en algunas aguas también pueden interferir si ya tomas suplementos o si tu alimentación es muy completa. No siempre “más” es mejor. En mi caso, prefiero que el agua no añada más carga a lo que ya gestiono con la comida.

 

Hidratación antes, durante y después del ejercicio

Una cosa que también aprendí con los años es que no basta con beber agua después de entrenar. La hidratación tiene que ser constante. Lo ideal es empezar el día con uno o dos vasos de agua, seguir bebiendo durante las horas previas al entrenamiento, mantener la ingesta durante la sesión (sobre todo si dura más de una hora) y seguir hidratándose después.

No hace falta obsesionarse, pero sí hay que tener presente que la sed no es un buen indicador. Cuando tienes sed, ya estás empezando a deshidratarte. Por eso, tengo la costumbre de tener siempre una botella cerca, tanto en el trabajo como en casa. Y sí, siempre es la misma marca de agua, la que tiene la composición que te mencioné antes.

 

¿Qué pasa cuando no te hidratas bien?

La deshidratación no es solo sentir la boca seca. Puede manifestarse como dolor de cabeza, calambres musculares, cansancio sin motivo, irritabilidad o problemas para dormir. Yo he tenido entrenamientos pésimos solo porque, sin darme cuenta, había bebido poco durante el día. Incluso llegué a marearme un par de veces, y ahí comprendí que, por muy fuerte que estés, si no estás bien hidratado, tu cuerpo no responde.

También he notado que cuando estoy bien hidratado, las agujetas son más llevaderas y tardo menos en recuperar. La piel también lo nota, y no lo digo por estética, sino porque una piel bien hidratada se irrita menos con el sudor o con el roce de la ropa deportiva.

 

La diferencia entre hidratación y sobrehidratación

Aunque parezca contradictorio, también existe el riesgo de beber demasiada agua. Me pasó una vez en verano, durante una carrera popular. Estaba tan obsesionado con no deshidratarme que me pasé. Terminé con náuseas y malestar. El problema fue que no solo bebí mucha agua, sino que no repuse sales. Al sudar, se pierden electrolitos, y si solo bebes agua muy baja en minerales, puedes desequilibrar los niveles de sodio en sangre.

Por eso, cuando hago entrenamientos largos o en condiciones de mucho calor, complemento con algo de sodio y potasio, pero sin dejar de beber mi agua habitual. Solo añado lo que necesito, sin renunciar a la calidad del agua que ya sé que me sienta bien.

 

¿Agua del grifo, embotellada o filtrada?

Después de lo que viví con la piedra, descarté el agua del grifo. Sé que hay zonas donde la calidad es aceptable, pero en mi caso prefiero no arriesgar. También probé sistemas de filtrado, pero muchos no eliminan del todo el calcio o el sodio. Al final, lo más práctico para mí es comprar agua embotellada de mineralización débil. Es una inversión en salud. La diferencia de precio con otras aguas no es tan grande, y si piensas en lo que cuesta una visita al urólogo o una ecografía, te aseguro que compensa.

Además, llevo años con la misma marca porque conozco su composición exacta, me sienta bien y no me ha vuelto a dar problemas. Para mí, eso ya es motivo suficiente.

 

¿Qué hago hoy con el agua?

Hoy en día, bebo entre dos y tres litros diarios. A veces más, si entreno fuerte o si hace mucho calor. No espero a tener sed. Bebo con las comidas, entre comidas, antes y después del ejercicio. Llevo mi botella al gimnasio, al trabajo, a donde sea. Me he acostumbrado y ya no lo siento como una obligación. Es parte de mi rutina.

También presto atención al color de la orina. Si está muy clara, sé que voy bien. Si empieza a oscurecerse, sé que tengo que beber más. Es un indicador simple, pero muy útil.

 

Cuidar el agua que bebes también es entrenar

Después de todo lo que he vivido y aprendido, tengo claro que el agua no es un simple acompañamiento en la vida de quien entrena. Es parte del entrenamiento. Elegir bien el tipo de agua, hidratarse de forma constante y escuchar al cuerpo es igual de importante que seguir una buena rutina de ejercicios.

Muchos esperan a tener problemas para empezar a cuidar estos detalles. Yo aprendí por las malas, pero aprendí. Desde entonces, no he vuelto a tener piedras, mis entrenamientos van mejor y me siento más equilibrado en general. Beber agua de mineralización débil no es una moda ni una manía: es una decisión basada en lo que mi cuerpo me ha enseñado.

Así que si entrenas, sudas, te esfuerzas y quieres seguir haciéndolo durante muchos años más, empieza por lo más básico: cuida el agua que bebes.

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